«A una Sonrisa de tu Sueño» Entrega 20

Saldremos a las calles a disfrutar del sol, de los paseos,de las conversaciones, los abrazos y los besos. Y lo haremos con una renovada ilusión por la vida y con la gratitud por las pequeñas cosas a flor de piel. Volveremos a nacer a la vida y descubriremos en lo cotidiano la fuente de nuestra felicidad. Y lo haremos juntos.
Vigésimo día de solidaridad, vigésima entrega de «A una Sonrisa de tu Sueño». Gracias por estar ahí.

IX

» Felicidad estaba preciosa decorada con guirnaldas de papel y multitud de globos de todos los colores, tamaños y formas. Aquella era una estupenda oportunidad para atiborrarse de deliciosos y prohibidos dulces, hacer sonar estridentes silbatos y perseguir por todo el bosque pequeñas pelotitas de goma que botaban y rebotaban sin control. Linda Aurora no había escatimado en la celebración del tercer cumpleaños de Rosabel, «diversión para todos», se había convertido en su máxima prioridad.

El sol brillaba, y a pesar de que abril no era el mes más idóneo para refrescarse en el río, la tentación del chapoteo fue más fuerte que otra cosa. El tobogán amarillo acogía a cada momento el griterío y alborozo de Rosabel, Candela, Bruno y Ana, que antes de unirse al juego de los demás pequeños había dicho a tía y a sobrina… «tomaros un respiro que los cuido yo… por cierto, la tarta exquisita, pero las magdalenas ¡me han vuelto loca! Luego me llevo dos para casa… » y tras guiñarles un ojo se había lanzado al río.

Marla y Linda Aurora charlaban animadamente con los pies a remojo, hacía mucho tiempo que no compartían un momento a solas sin pensar en clientes, en Candela, en Rosabel, en Fabián…

– Está un poco fría, ¿no crees? – Linda Aurora pensó de repente en el último resfriado de su hija, apenas habían transcurrido cuatro días desde que la fiebre desapareciera y temía que aquel baño prematuro le removiera la tos y el malestar.

Marla giró la cabeza para mirar a la pequeña, Rosabel reía y palmeaba con sus manitas ante la idea de zambullirse de nuevo en el río.

– No te preocupes, está feliz, ¿qué puede ser más importante?

A lo lejos se escuchó el grito frenético de Ana… «nooo, de cabeza no mujer, que te vas a partir el cráneo… ¡Candela! ¡Cuidado! ¿No ves que Rosabel hace lo mismo que tú?»

– ¿Cuánto tiempo crees que le queda? – preguntó Linda Aurora de repente.

– ¡Quién sabe! – respondió Marla encogiéndose de hombros – la abuela transitó por su infancia apenas unas semanas, Berta dos años, Candela lleva más de cuatro… – se calló para impedir que el llanto siguiera a sus palabras y tras una breve pausa compartió con Linda Aurora su temor – supongo que en cualquier momento, no sé, a veces pienso que la muerte viene a por ella, pero la ve tan feliz junto a Rosabel, la escucha reír y disfrutar como nunca antes lo había hecho que, llena de ternura e inaudita comprensión se marcha con las manos vacías.

– Tía, ¿cómo se prepara una para la muerte?

– No sé, mi niña, no sé – Marla no quería continuar con esa conversación, tantas despedidas le dolían en el alma más de lo que Linda Aurora podía siquiera imaginar, hacía dos años que le habían dicho adiós a Amelia y desde el último verano todo el mundo en La Ribera conocía la enfermedad que asediaba con la sombra del adiós inminente a la buena de María. Sí, hablar de la muerte, le dolía. – No me gusta que lleves a Rosabel a la buhardilla. No es su lugar – dijo cambiando radicalmente de tema.

– Bueno, todavía es pequeña y su lugar es donde esté yo – respondió con sequedad.

– Es humana y allí no puede estar. En cuanto crezca un poco más, se acabó.

– Ya veremos – Linda Aurora se puso en pie, no quería enturbiar un día como aquel.

– Ya veremos, ¡no! – Marla quería dejar muy claro que en este asunto no iba a hacer concesiones, jamás admitiría excepciones – ¡Si no dejas a Rosabel fuera, tendré que dejarte fuera a ti!

Ante esta advertencia un escalofrío recorrió la espalda de Linda Aurora, no podía ni imaginar qué ocurriría si su tía descubría que se llevaba a casa libros sagrados. Los sacaba a escondidas de la buhardilla y por la noche, ante la mirada atenta de Candela y Rosabel los abría con cuidado y les contaba historias únicas con las que soñar, las invitaba a un mundo increíble formado por mujeres valientes y hermosas, mujeres mágicas que exhalaban aromas de ensueño y tenían dones divinos. A Rosabel le gustaba mucho la Guardiana de la Inspiración y su aroma a Césped Recién Cortado; Candela, por su parte, pedía con insistencia que releyera historias de la Guardiana del Humor porque le encantaba su aroma a Bebé y reía al imaginarla, siempre niña, alegre, juguetona y borrando todos los recuerdos dolorosos de los humanos a golpe de carcajada. Le hubiera encantado reír a su lado, ser su ayudante oficial era uno de los deseos que guardaba en su alma. Linda Aurora, en cuanto veía la oportunidad y sin precisar libro que la inspirase, relataba mil historias de las mejores Guardianas que jamás hubieran existido… «la Guardiana del Amor destacaba por su belleza, siempre desprendía un fresco aroma a Canela y Limón y era capaz de sanar del desamor a cualquier humano que a ella acudiera. Utilizaba deliciosas tisanas y exóticos elixires que ella misma preparaba y aderezaba con oración…» en otras ocasiones el recuerdo de su tía Berta la sorprendía y entonces no podía evitar hablarles de la generosa y entregada Guardiana de los Sueños… «era pelirroja, de ojos muy verdes y cara pecosa. Sus palabras conducían al humano irremediablemente hacia la consecución de su deseo y su aroma a Menta alegraba corazones y refrescaba almas…» cuando el aroma de la Guardiana era la Lavanda, Rosabel y Candela repetían al unísono… «esa es la Guardiana de la Ilusión, ¿verdad?…» y tras las risas por la coincidencia seguía la confirmación de Linda Aurora… «¡Sí!» Siempre dejaba para el final a la Guardiana del Miedo… «valiente y decidida, comprometida con su don como ninguna antes lo estuvo, esta Guardiana que huele a Jazmín, consuela el miedo a todo aquel humano que llore en su presencia. Lo absorbe y lo guarda en su alma, en lo más profundo y ¿sabéis qué?…» lanzaba siempre ese interrogante al viento con aire misterioso, entonces Rosabel y Candela abrían mucho los ojos y le pedían que continuara con su relato. Linda Aurora no se hacía de rogar y en seguida las complacía inventando diferentes respuestas según la ocasión… «tuvo una hija a la que amó con toda su alma, porque fue la mejor mamá Guardiana del todas… cocinaba los mejores dulces del mundo y por eso era muy querida… entregó su vida por los demás sin dudarlo un instante… era feliz y reía a todas horas, un poco traviesa y muy divertida…» no importaba el final con el que fantaseara, siempre despertaba risas y aplausos. Pero por alguna razón que incluso ella misma ignoraba, jamás le hablaba de una Guardiana con aroma a Café.

La relación de nieta-abuela era muy especial, no eran más que dos niñas que se adoraban, se cuidaban y se divertían juntas como no sabían hacerlo con nadie más. Compartían a diario juegos, risas, baños en el río, meriendas en el hotel, cuentos de Guardianas y todas las aventuras que eran capaces de idear. Les encantaba dormir juntas y aunque a Fabián no le hacía demasiada gracia porque consideraba la desbordante alegría de Candela un inconveniente más que una ventaja, sus ausencias cada vez más frecuentes y prolongadas eran hartamente celebradas en «Felicidad». Cuando él no estaba en sus vidas se respiraba un fantástico aire a libertad, podían dormir juntas, saltar sobre las camas, ir al río por la noche, acostarse al aire libre y soñar junto a las estrellas, y es que incumplir las continuas y estrechas normas de Fabián, resultaba de lo más divertido».

Volveremos a encontrarnos mañana…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.