«A una Sonrisa de tu Sueño» Entrega 2

«A una Sonrisa de tu Sueño» (2ª entrega).

Millones de gracias por la bonita acogida que ha tenido mi iniciativa.
¡Sois los mejores!

«Tan sólo unos meses atrás y empujada por el afán y la ilusión de poder encontrarse a sí misma en otro lugar, Linda Aurora se había instalado en La Ciudad. Suponía una maravillosa oportunidad para escapar de la asfixiante sobreprotección de su madre y al mismo tiempo liberarse del protagonismo que los pequeños pueblos otorgan, porque por mucho que quisiera y por mucho empeño que pusiera, pasar desapercibida no se le daba bien.

Le siguieron en su aventura un extraño anhelo de ayudar a otros, un miedo tan familiar como desconcertante y un inquietante deseo de salvar el mundo. Y junto a estos curiosos compañeros de viaje, y no otros, comenzó a cursar enfermería.

Poco duró el impulso y menos la vocación, no sabía qué le ocurría, no entendía su necesidad de entregarse a los demás cuando en realidad los demás no le importaban en absoluto; tampoco entendía el agobio que le producía el anonimato y entre tanto no entender, comprendió que no encontraría la libertad entre desconocidos y decidió regresar a su hogar, a La Ribera.

Lanzarse al mundo había resultado frustrante y aquella experiencia bien podía ocupar un lugar destacado en el espacio de las equivocaciones y malas decisiones, de no haber sido porque allí, en medio de todo aquel desastre, había conocido a Fabián.

Añoraba la serenidad de lo familiar, anhelaba la sencillez de su casa, el olor a pan recién horneado de doña Amelia, el aroma a Jazmín de su madre, sus tartas, sus preguntas incómodas, su sobreprotección, sus abrazos… y los paseos en bicicleta, sendero arriba hacia El Bosque y el hotel de su abuela Manuela; sendero abajo hacia La Laguna, la frescura de sus conversaciones con Ana y la inocente sonrisa de Bruno.

Su vuelta fue aplaudida por todo el mundo y la decisión de instalarse en el hotel de su abuela junto a su tía Marla, aceptada sin más.

A Linda Aurora le encantaba aquel lugar. Desprendía magia y un aroma dulzón a Lavanda que en ocasiones parecía estar salpicado con la frescura de la Canela y el Limón. Todos decían que su abuela olía así, lástima no haber podido oler a su abuela jamás, lástima que su madre decidiera despojarla de sus raíces y verla crecer en otro lugar, lástima que su abuela, la Guardiana del Amor, intentara matarla cuando todavía habitaba en las entrañas de su madre, lástima que con tan sólo cinco años le secaran un ojo privándola de su don para siempre, lástima que le ocultaran quién era y cuál era su labor, lástima no tener padre, lástima no estar enamorada de Fabián, lástima…

II.

Cuando Linda Aurora se levantó de la cama debía ser medianoche, llevaría al menos un par de horas dando vueltas entre las sábanas y decidió salir al bosque. Tras colocarse un parche morado en el ojo tuerto abandonó la seguridad que le ofrecía su habitación y atravesó en camisón y descalza el patio del hotel. Cruzó a hurtadillas las puerta del salón-comedor en dirección a la piscina con su pelirroja y larga melena alborotada. Temía encontrarse con algún huésped y no tenía ganas de conversación ni sonrisas. Con sumo cuidado y en completo silencio contempló el bosque, lo tenía frente a ella a escas distancia y ¡era tan hermoso! Aceleró el paso al tiempo que se le aceleraba el corazón. Tuvo suerte, ni rastro de turistas ni de su tía Marla. Con urgencia y guiada por la necesidad de consuelo se adentró en la oscuridad arrastrando consigo su particular aroma a Café, la fragancia que pertenecía a su Ángel protector, a Pío.

– Pío, ¿estás esta noche conmigo? – preguntó suplicante dirigiendo su mirada al cielo – te necesito, estoy aturdida, me cuesta pensar y… – Alcanzó los pies de su haya preferida y se dejó caer en busca de refugio – ven, por favor.

La noche era oscura, las nubes lo abarcaban todo y era el negro el color del cielo. Linda Aurora pertenecía a aquel lugar que un día su madre, portándola todavía en sus entrañas, le arrebató. Su alma siempre anheló el regreso y ahora se encontraba allí con la firme determinación de no marcharse jamás. Estaba decidida a tomar las riendas de aquel paraíso que ahora se encontraba descuidado. Intentaría entregarse a los demás, no sabía cómo, pero sabía que deseaba hacerlo, que tenía que hacerlo porque para eso había nacido.

A las sombras que los árboles dibujaban se le sumaban de tanto en tanto lejanos sonidos de animalillos nocturnos, la brisa era suave y bien recibida. Julio había llegado con fuerza y aunque en algunas de sus noches resultaba imposible descansar, el calor no era el causante del desasosiego de Linda Aurora. Fabián iría en unos días a visitarla y no sabía si quería volver a verlo. En su nueva vida no tenía cabida, él no pertenecía a aquel lugar, sería un intruso en el paraíso. Tenía mucho que hacer, quería que el hotel de Manuela reviviera. Tenía mucho que ordenar, aclarar y aprender. Tenía que conocerse, aceptarse, enamorarse de sí misma. Era su momento, el momento de alejar lamentos y ahuyentar fantasmas, pero… si hubiera sabido quién era conservaría sus ojos, los dos y no habría sido víctima de crueles mofas y burlas… habría conocido a su abuela y no lucharía contra sí misma por odiar a su madre… no tendría nada que perdonar ni resentimiento que ahogar… no habría añorado la presencia de un padre ausente, desconocido. Si hubiera sabido quién era…

– Estarías muerta, pequeña. De haber sabido quién eras, en estos momentos, estarías muerta – Pío nunca se andaba con rodeos.

– ¿Por qué dices eso? – preguntó aliviada. Hablar con su Ángel la reconfortaba profundamente, aunque no siempre le gustara lo que escuchaba.

– Porque es cierto. Cada humano que hubiera sostenido tu mirada se habría liberado de la culpa arrebatándote un pedacito de tu vida. Y todos necesitan sentirse perdonados. Todos. ¿Imaginas? Habrías vivido 10 años, 12 a lo sumo. Ahora sé que estás aturdida y es normal.

– Y agobiada, y con los pensamientos revueltos, y…

– Confusa – Pío terminó la frase por ella. – Todo normal. No pienses demasiado y deja que tus pensamientos fluyan con libertad, tarde o temprano pasarán y ahora todos estos lamentos sólo consiguen enturbiar tu paz. No sirven de nada. ¡Ya sabes quién eres y qué has venido a hacer aquí! ¿Puedes imaginar mayor dicha? – la de por sí potente voz de Pío se intensificó y con ella su aroma a Café y éste abarcó el bosque y más allá se extendió hasta el río y el hotel perdiéndose sendero abajo. – Vuelve a la cama, es tarde – Pío se mostraba protector – por hoy ya está bien de gimoteos.

– No seas cruel, hoy no – suplicó la Guardiana.

– No soy cruel, ¿cómo podría serlo? Te amo como ni tú misma te amas y desde este profundo amor te digo: vuelve a la cama.

– ¿Y mañana?

– Mañana cuando amanezca, abre los ojos y sonríe. No busques motivos para hacerlo, sencillamente sonríe y disponte a hacer tan solo lo imprescindible – Pío podía sentir el caos que se apoderaba con fuerza de Linda Aurora.

La Guardiana se puso en pie casi de un salto e instintivamente se acarició el vientre mientras musitaba un gracias al viento.

– No temas, pequeña – las palabras de su Ángel la acompañaban en su trayecto de regreso. – Sé que serás madre la próxima primavera y sé que te aterra compartir esta hermosa noticia con los demás. ¡Ya verás cómo decirlo en voz alta no es tan difícil; ¡ya verás qué alivio!, ¡serás una madre maravillosa! – la amaba y podía sentir su temor. – Tú ahora piensa con calma y sin dramas, qué más da ser Guardiana o no, con don o sin él, lo único cierto es que estás aquí y puedes aliviar mucho dolor y frustración en otros seres, no es necesario ser un ente mágico para provocar ese efecto en un humano, ¿conoces el inmenso poder de una sonrisa?, ¿has sentido la fuerza que tiene mirarse en los ojos de otro con el deseo de encontrarlo?, o ¿escuchar con atención sus palabras?, ¿agradecer su presencia y aceptarlo por el simple hecho de existir?… jovencita, puedes y debes hacer todo el bien que esté a tu alcance, no pretendas llevar luz a los demás con la intención de transformarlos y liberarlos porque sólo ellos lo pueden hacer, tú, limítate a ser Luz y brilla en su presencia, verás cómo finalmente, y mucho antes de lo que imaginas, ellos terminan brillando también.

Aquella noche, la Guardiana de Almas descansó bajo el ala protectora de su Ángel que entre susurros y suaves caricias veló su sueño y consoló su miedo.

(Continuará)

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