FRAGMENTO.

ALMA (y su casita de muñecOs)

📚🌻 FRAGMENTO de «Alma (y su casita de muñecOs»)- 2020.

Quiero compartir contigo un pedacito de mi novela, la infancia es una época de nuestra vida fundamental porque en ella se disponen las bases para todo lo que vendrá después, por eso es de vital importancia sanar cualquier herida que hayamos podido sufrir siendo niños. Y aunque las cicatrices también duelan, al menos no sangran.

Espero que os guste. Os leo en comentarios, pero antes voy a presentaros brevemente a los personajes: Alma, Bella y Pitusa conforman el subconsciente de Pandora. Alma es la parte más humana, emocional. Pitusa es una niña, su parte infantil. Y Bella es una dragona muy coqueta, su parte más fiera y terrible.

» Pandora miró hacia la pradera de girasoles. Pitusa besuqueaba a Bella tatuándole en la piel, en cada una de sus púas y en rojo chillón, la forma de sus labios.

– Siempre está contenta – afirmó al escuchar sus risitas y ver cómo sus manitas sobresalían por entre los girasoles.

– No siempre. Comparte tus heridas – fue la respuesta de Alma – creciste creyendo que el amor era algo que no te correspondía, que tenías que ganarte.

– Sí, y no sé si aprendí mal o ellos, los adultos, me enseñaron mal, pero creía que solo me ganaría su amor si era perfecta, si obtenía los mejores resultados, si destacaba, si era la más rápida, la más lista…

– Creíste que te ganarías su amor si permanecías callada, eras sumisa y obediente, si anteponías su bienestar al tuyo, si pensabas en ellos antes que en ti – Alma terminó su frase – aprendiste mal y lo grabaste en mí, a fuego lento y persistentemente.

– Me dijeron que tenía que aceptar las razones y las imposiciones de los mayores porque el respeto a la autoridad estaba por encima del respeto a mí misma – aceptó la mano que Alma le brindó y se fundió en su mirada antes de continuar – nadie me dijo que podía decir «no» si seguir siendo amada.

– Nadie te dijo que mereces amor por razón de Quién Eres, por razón de Ser, y ahora ha llegado el momento de cambiar tu música.

– ¿Cómo puedo arrancarme esas creencias que tanto me duelen? Quiero marchitar sus raíces, extirpar sus consecuencias… ¡no puedo!

– Yo te ayudaré, te estoy ayudando… poco a poco llegaremos al origen de todo.

– ¿Hay un origen?

– Sí, oculto en algún lugar de ti.

– ¿Tú lo conoces?

– Sí, pero has de descubrirlo tú.

– Durante mi infancia pasé mucho tiempo a solas conmigo misma – sonrió – aunque ahora creo que no estaba tan sola.

– No, no lo estabas.

– Pero yo me sentía así. No sé si era una sensación o una realidad, pero en mis recuerdos, que no son más que sensaciones, así es – sus ojos vidriosos delataban emoción – conservo mi vida como si se hubiera tratado tan solo de sensaciones, apenas consigo evocar alguna escena, poco nítida, en la que se repiten los mismos fotogramas una y otra vez; los mismos escenarios, los mismos personajes… toda mi vida condensada en un reducidísimo archivo de viejas y repetitivas imágenes en movimiento – hablar con Alma era hablar consigo misma, las palabras fluían sin esfuerzo – sin embargo, las emociones, las sensaciones de cada momento perviven en mí como si acabaran de suceder. Duelen igual. Arden y me laceran como el primer día. Y mis recuerdos, tal y como soy capaz de albergarlos siempre me dicen que mi infancia fue solitaria.

– Bueno, eso no es ni malo ni bueno. Solo lo recuerdas así.

– No sé… siendo una niña las circunstancias me obligaron a mantener interminables conversaciones conmigo misma. Las recuerdo. Y ahora que soy adulta y mis obligaciones posponen continuamente esos momentos a solas conmigo, los echo de menos. Mucho. A veces me añoro tanto… no sé dónde me he escondido. No sé de qué me he escondido. No sé por qué me he escondido. ¿Crees que tras alguna de esas ventanas me encontraré?

Ciertamente Pandora tenía necesidad de sí misma. De contarse secretos. De soñar sueños increíbles. De amarse, de aceptarse. De volver a escuchar su propia voz. Solo su voz. Un tenue tintineo de campanas comenzó a sonar».

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