Anaïs Nin y yo

En octubre de 1929, con tan solo 26 años Anaïs Nin escribió en su Diario: “Tengo la ambición, y sé que lo conseguiré, de escribir de forma clara acerca de cosas impenetrables, sin nombre y habitualmente indescriptibles; de dar forma a pensamientos evanescentes, sutiles y cambiantes; de dar fuerza a valores espirituales que suelen mencionarse de manera vaga y general, una luz que mucha gente sigue, pero no puede comprender de verdad. Miraré dentro de ese mundo con ojos claros y palabras transparentes”.

Y cumplió su sueño.

Es una escritora a la que admiro por su valentía y lealtad a sí misma. Os aseguro que mostrarse y entregarse a través de las letras no es tarea fácil, tiene sombras, siempre se paga un precio.

Quiero compartir un breve fragmento de Diarios Amorosos – Incesto (1932-1934), que como tantos otros, me fascinan.

» Veo a mi Doble y veo un espejo: Mi puntualidad, una característica acentuada y marcada. La exigencia de puntualidad. La necesidad de orden, como un caparazón que me rodea frente a la posibilidad de desorden, de destrucción, de autodestrucción.

Cómo descarto los fragmentos de mi vida que no encajan en mi imagen deseada.

La necesidad de representar, de fingir.

El poder de él. Su poder para producir la ilusión de sinceridad por el hecho de engañarse a sí mismo. Cuando lo miro, mis mentiras me ponen enferma y me pregunto si son tan transparentes como las suyas».

Me parece sencillamente, brillante.

En su novela Corazón cuarteado aseguró: «Debo ser una sirena, no me asustan las profundidades pero sí temo la vida superficial».

Comparto su temor, me aterra la superficialidad.

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