Alma (y su casita de muñecOs). FRAGMENTO.

Seguimos conociendo a los amores de Pandora. Hoy os presento al Dr. Mirada…

«Era tímido y reservado. Así se mostraba con todo el mundo menos conmigo. Me gustaba ser alguien especial para él. Tenía 20 años más que yo. Él 55, yo 35. Era el director del hospital donde yo trabaja. Estaba casado y todo el mundo lo sabía.

Me divertía ser la protectora y llevar las riendas de la relación. Que estuviera casado suponía una gran ventaja en realidad, así no me enamoraría de él, ni me pediría más de lo que yo estaba dispuesta a concederle.

Para todo el mundo representaba la figura de autoridad que un señor de su talla y responsabilidad tenía que ejercer, en ocasiones incluso se mostraba rudo, pero yo lo miraba como se contempla a un niño frágil y asustado.

Supongo que de tanto convivir con esas emociones de debilidad en mi interior he desarrollado una sensibilidad especial y las intuyo, las percibo aunque traten de ocultarse bajo mil capas de falsa seguridad.

¿Alguna vez te han hecho el amor sin besarte, ni mirarte, ni acariciarte?

A mí, sí.

Él era capaz de hacerme el amor con tan solo pensarme.

Podía sentir cómo recorría mi cuerpo con su mirada, lentamente, sin pudor, de arriba abajo deleitándose con cada pedacito de mí. Me saboreaba sin prisa, despacio, sin tocarme… después cerraba los ojos y yo sabía que, en su mente, me hacía el amor.

¿Conoces algún lugar más íntimo y privado que la propia mente?

Me hubiera gustado permanecer en él eternamente, convertirme en un pensamiento, en su pensamiento más hermoso.

Es una pena que toda nuestra relación se pueda resumir con la palabra engaño. Si en lugar de estos ojos inertes pudiera fundirme con la que fue su mirada azul, le formularía una pregunta, solo una: «¿Hubo algo de verdad?».

Pandora lo sentó junto a ella, en el banco del parque compartiendo el mismo paisaje, el mismo momento, el mismo adiós. Y sin mirarlo comenzó su particular «charla».

«Esa es mi pregunta para ti, «¿lo hubo?»

Necesito creer que sí, que aunque tuviste muchas amantes, yo no era una más porque en momentos de auténtica y visceral necesidad era en mí en quien pensabas y a quien recurrías para salvarte. Era en mis brazos donde sollozabas como un niño en busca de consuelo.

Ya ves, entre tú y yo no se interpuso tu esposa, ni el resto de tus amantes, ni tu ego, ni tu vanidad, ni mi culpa, sino mi necesidad, el sentimiento de que algo me faltaba, de que algo se había perdido, de que algo, hiciera lo que hiciera, haga lo que haga, me mantiene incompleta.

Me gustabas mucho, ¿sabes? Sentí mucho no haber sabido salvarte de ti mismo. Sentí mucho convertirme en tu amante. Tú y yo debimos ser amigos y nada más. Pero buenos amigos, los mejores. Los amigos no se mienten. Los amigos se apoyan. Los amigos se aman y aceptan, no tiene que ocultarse. Y tú y yo, necesitábamos Ser, sin más».

Espero que estéis disfrutando al descubrir, poquito a poco la vida de Pandora.

En unos días, más…

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