«A una Sonrisa de tu Sueño» Entrega 23

¡Buenos días!
Hoy volvemos a encontrarnos para disfrutar de «A una Sonrisa de tu Sueño». Entrega 23 (de 30).
Como podéis ver, nos aproximamos al final… porque todo pasa… ¡disfrutemos del camino!

» Y lo intentó con tanto con ahínco como poco acierto. Transcurrió un año entero intentando responder a preguntas que le surgían de no sabía dónde, ante un… «¿podré hablar con los animales?…» se la veía parlotear con los búhos, las aves y los peces en infructuosos intentos que a golpe de fracaso la conducían a la siguiente duda… «¿podré hablar con los objetos?…» y se pasaba días enteros saludando a las mesas, las silla, los toboganes de «Felicidad», su ropa y todo aquello que se cruzara en su camino, pero no, tampoco éste era su don,…»¿podré volar?», tan pronto apareció esta idea en su mente la desechó por peligrosa, si ese era su don, moriría sin descubrirlo, ¡era madre!, pero… «¿y si mi risa o mi canto curara algún trastorno?…» entonces se disponía a dar risotadas aquí y allá o a canturrear en presencia de los clientes mirándolos fijamente por si percibía algún cambio en su estado de ánimo. Nada, ni el canto ni la risa surtían efecto. Siguió con el silencio, pero no pudo completar ni el primer día, cuando llegó la noche y su niña la animó a contarle una historia de Guardianas, renunció sin dudarlo a su intento. Tuvo más ideas disparatadas y todas con el fallo como resultado, intentó comunicarse con las plantas, las verduras, las frutas, los árboles del bosque, la luna, el sol, las estrellas, la lluvia, el río, incluso intentó privarse de descanso, bebida alimento, pero los resultados siempre eran negativos. Por suerte, Fabián no se percató en ningún momento de las estrafalarias intentonas, no así Marla, que con el miedo como abanderado preguntaba de tanto en tanto si se acordaba de su infancia… «no tía, no, todo está bien, confía en mí…» era la respuesta de una Linda Aurora que soñaba ilusionada con poder comunicarle en breve que tenía un nuevo don, y además estaba segura de que sería uno a medida, podría utilizarlo a su antojo y apenas le restaría tiempo a su propia existencia, sería tan maravilloso que conseguiría hacer feliz a muchas personas incluyéndose a sí misma en ese balance, pero hasta la fecha, sus ideas no estaban dando los frutos que esperaba. Por su parte, para Rosabel y Candela cada excentricidad de Linda Aurora era considerada un motivo de alegría y diversión, se había vuelto más juguetona y apenas sin darse cuenta, estaba compartiendo más tiempo con ellas. Pío la observaba con amor y ternura. Reía ante sus ocurrencias y le satisfacía contemplarla tan rebosante de ilusión y entusiasmo. La Guardiana vivía enfrascada en su particular búsqueda sin darse cuenta de que encontrar los dones que anhelaba o no, era totalmente secundario porque ¡el camino resultaba tan divertido!»

XIV

» Era domingo, 17 de abril. Rosabel y Candela se lanzaban una y otra vez por el tobogán para aterrizar en el río, mientras Linda Aurora las observaba sentada en la orilla sobre una enorme pañoleta con dibujos infantiles. Había preparado una rica merienda a base de pizza con mucho queso y poco tomate que remataba con un flan de chocolate blanco y nueces. Parloteaban sin cesar de la excursión que Rosabel haría al día siguiente con el colegio… «la isla del Faro es preciosa, te encantará…» le decía su madre intentando convencerla. La pequeña nunca quería abandonar «Felicidad». Ir al colegio le resultaba tedioso y abrumador, no le gustaba relacionarse con los demás niños y ante los constantes reproches de Fabián… «la tienes muy consentida, no puede estar todo el tiempo con Candela», la Guardiana jamás replicaba, no le importaba su opinión, la niña estaba en la mejor compañía del mundo, compartía juegos con su madre, la Guardiana del Miedo, y así cada vez que el llanto acudía a su encuentro, éste era consolado y ella liberada, ¡qué sabría él!

La conexión entre ellas rebasaba lo racional. Candela siempre quería estar donde estuviera Rosabel. Linda Aurora lo sabía y muchas veces le permitía acompañarlas hasta la puerta del colegio haciéndole prometer que regresaría con ella a casa sin rechistar, y Candela asentía muy convencida para más tarde terminar olvidando por completo su promesa.

La excursión al faro coincidía con una fecha señalada: el quinto cumpleaños de Rosabel. Su padre había previsto una fiesta maravillosa que quiso preparar él solito, nadie, ni siquiera Linda Aurora tenía idea de qué les aguardaba, por lo que a aquella celebración la palabra «sorpresa» la definía a la perfección.

– ¿Qué te pasó en el ojo? – Rosabel dirigió su pregunta desde lo alto del tobogán, y de repente. Señaló el suyo propio para hacer referencia al ojo negro de su madre. Ni le asustaba ni le parecía extraño porque siempre lo había visto así, pero nunca se le había presentado esa curiosidad.

– Es una historia de magia, misterio y amor, mucho amor. Una fantástica historia de Guardianas – respondió indicándole con la mano que se acercara.

– ¿Guardianas? – preguntaron al unísono nieta y abuela mientras tomaban asiento junto a Linda Aurora. Por nada del mundo se perderían aquella historia.

– Sí – y siguió con su relato poniendo voz de misterio – este ojo que veis tan negro y oscuro es en realidad un ojo hechizado que está bajo los efectos de un poderoso sortilegio.

– ¡Ah! – exclamaron abriendo mucho los ojos.

– Se trata de un ojo muy valiente y generoso porque él solito se ha encargado de guardar durante años el miedo que aterrorizaba a otras personas y así, han podido ser libres y felices.

– Eso lo hizo una bruja mala, ¿verdad? – Candela empleó un tono de pesar que atravesó el corazón de Linda Aurora.

– Noo – enfatizó – lo hizo una preciosa Guardiana, la Guardiana del Miedo – sonrió antes de proseguir – sabía que yo podría marcharme al Cielo siendo apenas una niña y decidió meter en mi ojo todo ese miedo para que pudiera vivir muchos años y así tener una preciosa hija como tú – tomó a Rosabel de la mano – y cuidarla… – una lágrima se deslizó lentamente por su mejilla.

– ¿Y se curará algún día? ¿Por qué no le damos las gracias también a tu ojo? – propuso la pequeña.

– ¡Quién sabe! – la idea le pareció encantadora.

– Yo sé cómo hacerlo – intervino de repente Candela – el hechizo desaparecerá cuando la bruja mala muera – su tono era serio y grave. A sus palabras se unió un intenso aroma a Jazmín.

– No era una bruja mala, era y es una poderosa y hermosa Guardiana.

– No, era un ser despreciable que te hizo mucho daño – comenzó a llorar.

– Ya la he perdonado – se abalanzó hacia su madre y la abrazó con intensidad en un abrazo que se prolongó tanto tiempo que Rosabel, aburrida y sin entender, decidió ir a balancearse en los columpios del parque porque aquella escena ya no le divertía.

– Lo siento…

– Fue por amor, para protegerme y cuidarme… ahora lo sé – le susurró al oído.

– ¿Me perdonas? – musitó.

– Sí, mamá, te perdono – y estas palabras convirtieron un instante en milagro.

Pío observaba la escena con una inmutabilidad impecable, de no haber sido un Ángel, el desespero y la paciencia lo habrían aterrorizado. Al día siguiente se cumplía el plazo fijado por el Cielo para Rosabel, si conseguiría sobrevivir o no a su quinto cumpleaños era un misterio del que Pío desconocía el desenlace. En cambio, sabía que la fiesta no se celebraría porque aquella tarde de juegos y risas junto al Xuello se había convertido en la última para Candela.»

Feliz domingo. Mañana volvemos a vernos.

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