«A una Sonrisa de tu Sueño»

FRAGMENTO

Tanto en mi primera novela, «Lágrimas de pan» (2014) como en «A una Sonrisa de tu Sueño» (2018) os invito a formar parte del maravilloso mundo de las Guardianas, de su magia, sus amores, sus odios… sus profundas enseñanzas.

Espero que disfrutéis del fragmento que voy a compartir con vosotros a continuación.

Siempre gracias por estar ahí… aquí.

» Federico comenzó muy pronto a coleccionar dudas. Literalmente las capturaba y las guardaba en pequeñas cajitas de madera que Bruno tallaba para él. La información que poco a poco obtenía de Rosabel y la que a hurtadillas extraía del libro sagrado, resultaba de gran utilidad.

Para la vista humana aquellas dudas eran invisibles, pero no para él y su hermana. El brujo, el mago, siempre cuidaba con mucho celo esas cajitas de diferentes colores y diversos tamaños repletas de aparentemente, nada. Era un comportamiento excéntrico, uno más de los tantos que mostraba. Tenía una visión de la vida nada convencional y una percepción de la muerte que pondría los pelos de punta al más pintado.

Los hermanos, siempre competían por el amor de su madre, la querían todo el tiempo para ellos solos y, podían resultar tan asfixiantes que la pobre Linda Aurora solo tenía deseos de montarse en su bicicleta, o ni tan siquiera eso, y salir sendero abajo, pedaleando o corriendo. Huir era la única escapada posible, pero no podía abandonarlo todo y correr, tan solo le quedaba permanecer en su vida y enfadarse. Y cuanto más enfadada estaba Linda Aurora, más se reía de ella Pío, su Ángel, mientras le repetía machaconamente… «no te preocupes, pequeña, no pasa nada, ese es un comportamiento muy humano, quieren ser los únicos, el centro no de su propia vida, sino de la tuya y, acaparar toda tu atención. No te preocupes, lo único que se esconde tras este afán es ignorancia. Ignoran la verdadera naturaleza del amor, ignoran que no puede fragmentarse, no puede dividirse… el amor se expande como se expande la abundancia, la verdad o la belleza… dales tiempo, aprenderán».

Y Linda Aurora que moría de amor por sus hijos, muchas veces pedía a Rosabel que detuviera el tiempo para ellos. Le gustaba meterse en la cama con sus hijos y entonces, abrazacitos los tres susurrarles… «este ratito es solo nuestro, detén el tiempo cariño, solo un poco, solo un ratito…» , y si Rosabel obedecía y Federico era bueno, los tres disfrutaban de un momento único y especial, un momento tan solo suyo».

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